jueves, 21 de junio de 2012

Con el tiempo, aprendes a convivir con las cosas de tu alrededor, te acostumbras, y algunas incluso llegan a gustarte. Lo peor de todo, es cuando de repente todo da la vuelta, y nada es como tu crees, o cambia, y tienes que volver a adaptarte. O cuando intentamos que algo funcione, cuando en verdad, sabemos que estamos alargando algo muerto. Nadie dijo que fuera fácil, ya lo dice el refrán, "lo que fácil viene, fácil se va". Las cosas hay que ganárselas, y una vez las tienes, tienes que hacer que perduren, no puedes conseguir lo que quieres y después descuidarlo, porque luego vienen las lagrimas y te das cuenta del error. Que queréis que os diga, yo estoy feliz con lo que tengo. Y no me arrepiento de absolutamente nada, porque cada cosa que he hecho, cada palabra que he dicho o dejado de decir, me han llevado hasta aquí. Y bueno, si, es posible que mi vida no sea perfecta, ni si quiera lo roza, pero soy feliz con lo que tengo. ¿Cuantas personas pueden decir eso? Hay personas que lo tienen todo, y aun así, no son capaces de sonreír sin forzar la sonrisa, y notan como si les faltara algo. Yo no tengo a la persona que me gustaría tener a mi lado. Pero aun así, ese no es motivo para no levantarme todas las mañanas con una sonrisa. A veces, deberíamos pararnos a mirar a nuestro alrededor, y preguntarnos si realmente somos felices con lo que tenemos, o si solo lo aparentamos.

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